El fútbol fue suyo, pero Bolsonaro perdió las elecciones

Jair Bolsonaro y el plantel de Flamengo, tras la conquista en la Copa Libertadores; el fútbol y la política siempre fueron de la mano

Jair Bolsonaro y el plantel de Flamengo, tras la conquista en la Copa Libertadores; el fútbol y la política siempre fueron de la mano – Créditos: @-

Ey, Neymar, va ter que declarar”. El coro callejero se multiplica en las redes. La burla sigue con otro video. Ciudadanos en el subte le cantan a Neymar que Bruna Marquezine, su ex novia, es más famosa que él. También una influencer le dice al crack que, tras la derrota de su amigo Jair Bolsonaro y el triunfo de Lula, ahora sí deberá declarar ante la justicia por una supuesta evasión impositiva. Neymar le responde, pero recibe más burlas. Su apoyo al presidente derrotado había alcanzado un momento culminante en un live de cuarenta minutos el jueves previo a la votación. “Compartimos los mismos valores”, le dijo Neymar. El presidente, mudo hasta anoche, mientras sus simpatizantes camioneros bloquean rutas en protestas golpistas por todo el país, le respondió que ambos eran “ídolos” de la gente. Neymar, hoy cuestionado, podrá reivindicarse tal vez dentro de algunos días en Qatar. A Bolsonaro le llevará más tiempo.

El mismo domingo de la elección, el presidente fue al aeropuerto de Río a recibir a Flamengo, flamante campeón de la Copa Libertadores. Bolsonaro posó para la foto con jugadores del equipo más popular del país, el de los 42 millones de hinchas. Con su amigo el presidente Rodolfo Landim y con el DT Dorival Junior. El defensor Leo Pereira, el arquero Diego Alves, Rodinei y otros sonríen y gesticulan. Varios de ellos vivan, inclusive, a Bolsonaro mientras pasean con el mandatario en el helicóptero presidencial. Gabigol, héroe en la final de Guayaquil, prefiere observar de lejos, junto con el chileno Arturo Vidal. Y Everton Ribeiro y David Luiz están directamente ausentes. Flamengo creció aliado a Bolsonaro. El club lo ayudó a romper la cuarentena en tiempos de Covid-19. El presidente le regaló un decreto para negociar contratos de TV y quiere cederle un terreno para construir estadio propio. Bolsonaro vistió su camiseta cada vez que pudo. Flamengo le sirvió inclusive para alimentar la industria de fake news que fueron clave de su campaña. “Lula abucheado en el Maracaná”. Era un video falso. La sociedad con Flamengo fue obscena. No fue la única. Pocas veces el fútbol se prestó antes a tanta manipulación.

Jair Bolsonaro, en plena campaña, con una remera de BrasilJair Bolsonaro, en plena campaña, con una remera de Brasil

Jair Bolsonaro, en plena campaña, con una remera de Brasil – Créditos: @MAURO PIMENTEL

La final de Libertadores del sábado en Guayaquil enfrentó en rigor a los dos clubes más bolsonaristas de Brasil . Horas antes de las elecciones, Mario Celso Petraglia, presidente del Athletico Paranaense (derrotado 1-0 por Flamengo), publicó su apoyo a Bolsonaro. “¡Dios, Patria, Familia y Libertad!”, cerró su mensaje Petraglia, de 78 años, que dos veces subió al Athletico a Primera para coronarlo campeón de Brasil, de la Copa Sudamericana y finalista de la Libertadores, construir estadio nuevo y prometer futuro de Club SA que será “más grande que River, Boca y Flamengo”. Algunos hinchas protestaron porque usó políticamente al Athletico “en el día más importante” del club. Pero el equipo ya había servido a Bolsonaro en las elecciones de 2018, cuando salió al campo con un cartel de apoyo, liderado entonces por el argentino Lucho González. En Curitiba, su sede, nació la investigación judicial que sirvió para encarcelar a Lula, y que luego fue demolida por la Corte Suprema de Brasil. Leo la historia de un profesor de historia expulsado de su escuela en Curitiba. Un alumno le reprochó por qué no hay un día que celebre también a la “raza blanca”. “Porque los negros –respondió el docente– fueron esclavizados durante trescientos años”.

Casi todo el poder del fútbol brasileño se alineó con Bolsonaro. También lo hicieron el capitán de la selección Thiago Silva, Dani Alves e ídolos retirados como Cafú, Rivaldo, Romario y Ronaldinho, entre tantos otros, nacidos en la pobreza, hoy acomodados. La camiseta de la propia selección fue usada como uniforme del candidato. Bolsonaro dando la vuelta olímpica cuando Brasil ganó la Copa América de 2019. Pelé enviándole su camiseta autografiada. Hay muchos ejemplos más. Aun exagerada, hasta podría tratarse de cierta rutina para un presidente votado en democracia. Pero la “rutina” siguió aun con las burlas a la ciencia en plena pandemia. El desprecio a las minorías. La reivindicación al golpe de Estado de 1964. Y continuó hasta horas antes de la votación, cuando aliados políticos del presidente respondieron literalmente con armas, atrincherados en su casa o en plena calle. Un apoyo que pareció seguir (en forma de silencio) las casi 48 horas que demoró Bolsonaro para condenar por fin, aunque tímidamente, los bloqueos golpistas de sus seguidores.

Toda una paradoja, ayer fueron justamente hinchas de fútbol los que rompieron uno de esos bloqueos. Fanáticos del Atlético Mineiro obligaron a los camioneros a desalojar la ruta porque querían llegar a tiempo para el partido de anoche contra San Pablo. “Vamos a romper cualquier bloqueo”, dice en el video Josemar Junior, presidente de la “torcida organizada”. Lo mismo hicieron hinchas de Coritiba, que viajaban a Santa Catarina para jugar contra Juventude. Hace un mes, Lula avisaba su retorno tras ganar la primera vuelta. Fabricio Manini, ex jugador de Ceará y otros clubes, 42 años, posteaba enojado su “esperanza” de que “todos los votantes de Bolsonaro, como yo, no ayuden a un hambriento” en la calle, sino que “lo pasen por encima con el auto”. Será “un parásito menos”, escribía Manini. Ex futbolista. Votante de Bolsonaro.

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