Y Hamilton se hartó…

Hamilton quería acabar con la racha de Verstappen. Lo necesitaba. Una nueva victoria del líder del Mundial hubiera resultado determinante en su lucha particular por el título. Mucho más que los puntos, estaba en juego el honor. Hubiera supuesto doblegar al campeonísimo en su casa, ante los aficionados británicos que volvían en masa a Silverstone para asistir a la resurrección de su ídolo. Ya el sábado el neerlandés golpeó de nuevo en la línea de flotación del inglés con su triunfo en la carrera corta (no estuvo nada mal el experimento, por cierto) y la historia no podía repetirse a la hora de la verdad, el día del gran botín de puntos. Por eso ambos se tomaron la primera vuelta como un todo o nada, matar o morir. Se veía venir y ocurrió lo que tenía que ocurrir…

Ninguno de ellos tenía la más mínima intención de ceder. Así que Verstappen acabó contra el muro (y en el hospital para un reconocimiento) y Hamilton sancionado. Tuvieron su penitencia en lo que yo calificaría como un lance de carreras, dos pilotazos que buscan la gloria en un momento decisivo de la temporada. Mayor responsabilidad de Lewis, diría, y mayor perjuicio para Max, en un desenlace que comprime las posiciones en cabeza de la tabla de puntos. La estrella de Mercedes demostró, una vez más, por qué lo lleva siendo desde hace tantos años. Ni una penalización de 10 segundos sirvió para dinamitar su ambición, sus ganas de lucirse ante sus compatriotas y, ante todo, recordarle a su joven rival que sus aspiraciones al título son reales aunque, desde luego, no va a resultarle sencillo concretarlas.

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