Nadal, viaje hacia el infinito

Rafa Nadal protagonizó un «minimilagro» (definición suya) en el Abierto de Australia. Mes y medio antes, estaba cavilando si merecía la pena seguir, sin embargo, el 31 de enero levantaba dos sets a Daniil Medvedev para lograr su 21º Grand Slam y mirar por el retrovisor a Novak Djokovic y a Roger Federer, ambos con 20. Parecía lanzado cuando una fisura en las costillas (en el combate a cuchillo con Carlos Alcaraz en Indian Wells) detuvo su marcha. Y después llegó el escalofrío en Roma, cuando terminó cojo, pálido y con el rostro desencajado por el dolor que apareció en su pie izquierdo. Pensar en otro milagro parecía demasiado, aunque fuese en Roland Garros, donde el nadalismo tiene su catedral.

Pero el milagro sigue. Con Djokovic y Alcaraz por su lado, el finalista es él. Con Zverev en un nivel excelso, ahí estaba aguantando en las cuerdas como Ali ante Frazier después de tres horas sin ni siquiera cerrarse el segundo set. Contra todos y contra todo, hasta peleando contra su salud, ha vuelto a la final. En la Phillippe Chatrier ha jugado trece y las ha ganado todas. El viaje hacia el infinito no ha terminado… aunque la última estación se otee ya en el horizonte.

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