Manolete cuelga las botas

Manuel Esteban es un hombre que nació dos veces. La primera fue un 18 de julio de 1957 en Madrid, en la casa familiar en la Plaza del 2 de Mayo, corazón de Malasaña. Hijo de una ama de casa y de un ferroviario-tapicero en Atocha. El Atleti le viajaba en los genes, herencia de padre («un luchador enamorado de la delantera de seda al que le gustaba ir a la contra: uno de los recuerdos más bonitos de mi vida fue cuando, con 8 años, fui al viejo Metropolitano, un Atlético-Córdoba, con Mendonça», dice; fue ya para siempre). El periodismo se le contagió de noche, cuando se metía en la cama. El transistor como almohada, la radio, periodismo en el oído. Lo estudió en la Universidad Complutense.

Su modelo, García. Su primera vez, en EFE. Llegó con los Juegos de Los Ángeles 1984 en prácticas, turno de madrugada, tras sentarse ante un guía de teléfono, buscar las direcciones de todos los medios, periódicos, radios y agencias, y enviarles una carta manuscrita pidiendo beca de verano. La agencia EFE fue la primera que contestó.

Permaneció allí unos años como colaborador antes de saltar a Marca, a finales de 1989. Y, entre medias, ya la radio. «Empecé a la par que con EFE, con un programa matinal los domingos en Radio Popular, de fútbol regional. Iba al campo del Villaverde, Tercera, Segunda…». En Marca comenzaría a viajar por Europa, siguiendo la información del Betis o Sevilla, además de los despachos (Federación, AFE, CSD). Reportero de calle, nuevo periodismo de Tom Wolfe.

Carismático, cercano, queridísimo

Copa América 1987 en Argentina, 1989 en Brasil, 1991 en Chile. Juegos de Barcelona. Mundial de Francia, EE. UU., Italia. Todo lo cubrió como enviado especial. Sus colaboraciones múltiples, aquí y allá. En TVE, Televisión Castilla La Mancha, Intereconomía, Telemadrid. Revistas como Don Balón, libros (La revolución cholista y Soy del Atleti, ¿y qué?). En la radio, en 1987 saltó a Goles con Parrado, en la Rato. Y esa frase ya, mítica suya: «Bajan las aguas revueltas por el Calderón…».

En 1992, después de los Juegos, De la Morena le fichó para El Larguero, la SER. Lo que comenzó como una broma, en antena, por el torero, daría lugar al mito. Manuel Esteban acababa de nacer por segunda vez. Aunque ya nunca nadie le llamaría así, para todos ya sería Manolete. Fichaje de Relaño cuando PRISA compró AS en 1996, fue jefe de la sección del Atlético, Ediciones, web.

Sus días empezaban a las 10:00 y acababan con El Larguero y su repaso al mercado. Sin coche, el autobús, dice, ha sido su aliado. Y su figura, grandota, cercana, carismática, inconfundible voz, un referente para lectores y generaciones de periodistas que no le olvidarán. Porque el hombre cuelga las botas pero el mito nunca lo hará.

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