Elisa Bonaparte, la hermana mayor de Napoleón que desafió al Emperador para casarse con su gran amor
De las tres hermanas que tuvo Napoleón, Elisa fue la más inteligente. Dicen que Carolina era la ambición, Paulina, la belleza y Elisa, la más lista. Aunque, como todas ellas, tenía una lengua afilada y era atrevida en el vestir. La mayor de las tres chicas, había recibido formación cultural y el Emperador confió en ella para tomar las riendas políticas de alguno de los pequeños ducados italianos que iba incorporando al Imperio. Pero era mujer de carácter, capaz de desafiar a los de su propia sangre por un matrimonio en el que pocos confiaban pero que resultó, el más armonioso de los que se vivieron en la familia.
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Ana María -su verdadero nombre- nació en Ajaccio en 1777. Era la primera de las hijas del matrimonio Buonaparte, un preminente abogado de simpatías nacionalistas corsas y la intrigante Letizia Ramolino. Ellos habían tenido otras tres niñas antes, fallecidas prematuramente por lo que, según cuentan, fue su hermano Luciano, el tercero de los chicos, quien pensó en la posible maldición del nombre y decidió empezar a llamarla Elisa. Y así ha pasado a la historia. Su padre, volcado en su carrera hacia el poder en la Francia de Luis XVI, consiguió para ella una beca en la prestigiosa «Maisson Royale de Saint-Louise», institución dedicada a la formación de jóvenes nobles con pocos recursos que le permitió adquirir unos conocimientos artísticos y sociales muy útiles en el brillante destino que le deparaba a la familia.
Elisa vivió con los suyos los años de Marsella, cuando su hermano Napoleón empezaba a deslumbrar como soldado revolucionario en el heroico sitio de Tolón frente a los ingleses. Por eso, quizá, ni José ni Napoleón vieron con buenos ojos el romance de su hermana con Felice Pasquale Baciocchi, oficial de una empobrecida familia corsa que no mostraba simpatías por la Revolución que asolaba Francia. Pero ella, impetuosa y convencida de su amor, desafió a su familia y se casó con Baciocchi en 1797. El suyo sería, para sorpresa de todos, un matrimonio feliz aunque no se libró de las infidelidades.
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Elisa fue una pieza más en los éxitos sociales de la familia que, a raíz del inicio del Imperio en 1804, pasó, por designación de su hermano a convertirse en «Alteza Imperial». No tenía la belleza de Paulina ni la ambición de Carolina –Gran Duquesa de Berg por matrimonio con el mariscal Mural y futura reina de Nápoles-, pero poseía el instinto y olfato político suficiente para que Napoleón la admirase como posible gobernante. Y así fue: no dudó en encargarle el mando de los ducados de Lucca, Piombino y el Gran Ducado de Toscana, territorios que, como fichas de dominó, iban cayendo bajo dominio imperial. Y ella supo responder con talento.
Elisa se volcó con las artes y, como buena «déspota ilustrada», trató de gobernar haciendo gala de sus cualidades como mecenas. Impulsó también medidas sociales, consultas médicas gratuitas para los necesitados y, al igual que se hizo en toda Francia, propuso una profunda reforma de la educación. Pero «hija de la revolución», nacionalizó los bienes del clero. A su lado, siempre, su esposo como príncipe titular, con quien había tenido cinco hijos. Aunque era ella la que llevaba las riendas del poder.
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No dudó, tampoco, en contrariar al todopoderoso Napoleón cuando, a causa de la recaudación monetaria necesaria para financiar las arcas imperiales, se negó a hacer mayores aportaciones aduciendo «bancarrota». Ella, había conseguido rentabilizar las canteras de mármol de Carrara, pero en tiempos de levas y guerras continuas, los recursos también se agotaban. Dicen incluso que cuando Elisa acudió a París en 1810 a la boda de Napoleón con María Luisa de Austria tras repudiar a Josefina por estéril, tuvieron una discusión pública que escandalizó a todos los presentes.
Tras la derrota de Rusia y la guerra de España, el Imperio entraba en descomposición. Los «cien días» resultaron, solo, un espejismo. Refugiada en Bolonia tras la derrota de Waterloo liderada por el duque de Wellington, fue arrestada en una fortaleza de Austria. Era el año 1815, aunque después pudo regresar a Trieste, junto a su esposo. Desde entonces, se dedicó a patrocinar excavaciones arqueológicas en la zona.
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Elisa Bonaparte vivió en la costa del Adriático hasta su muerte en 1820 a causa de un cáncer. Fue la primera de los hermanos en fallecer. Napoleón se enteró mientras estaba recluido en la isla de Santa Elena. Su predilecta siempre había sido Paulina, pero Elisa había demostrado, con su talento político y afinada inteligencia, el orgullo de la sangre Bonaparte que corría por sus venas.