Crece el miedo al COVID tras la marcha atrás de China en su política de ‘cero contagios’

Por Bernard Orr y Ella Cao

PEKÍN, 8 dic (Reuters) – Mientras muchos ciudadanos chinos disfrutaban el jueves de nuevas libertades, después de que el país abandonara partes clave de su estricto régimen de «cero contagios» frente al COVID-19, algunas ciudades advertían a sus residentes que mantuvieran la vigilancia frente a un virus que, hasta ahora, se había mantenido en gran medida bajo control.

Tras tres años de pandemia, muchos chinos ansiaban que Pekín empezara a alinear sus rígidas medidas de prevención del virus con las del resto del mundo, que se ha abierto en gran medida en un esfuerzo por convivir con la enfermedad.

Esas frustraciones estallaron en protestas generalizadas el mes pasado, la mayor muestra de descontento público desde que el presidente Xi Jinping llegó al poder en 2012.

Sin decir que era una respuesta a las protestas, algunas ciudades y regiones comenzaron a relajar los controles de COVID-19, en medidas que anunciaron una flexibilización a nivel nacional de las normas dadas a conocer por la Comisión Nacional de Salud el miércoles.

La Comisión Nacional de Salud china dijo que las personas infectadas con síntomas leves ya pueden permanecer en cuarentena en casa y eliminó la necesidad de realizar pruebas y comprobaciones del estado de salud en aplicaciones móviles para diversas actividades, como viajar por el país.

Según la prensa estatal, se han disparado las ventas de entradas a lugares turísticos y de ocio, mientras que algunas personas han revelado en las redes sociales que habían dado positivo en las pruebas del virus, algo que hasta ahora había conllevado un fuerte estigma en China.

Otros expresaron cautela.

«Sé que el COVID no es tan ‘horrible’ ahora, pero sigue siendo contagioso y hará daño», decía una publicación en la plataforma Weibo, similar a Twitter. «El miedo que nos ha llegado al corazón no puede disiparse fácilmente».

«¡Demasiados positivos!», decía otro usuario de Weibo.

China notificó 21.439 nuevas infecciones locales por COVID-19 el 7 de diciembre, una cifra ligeramente inferior a la del día anterior y por debajo del máximo de 40.052 casos registrado el 27 de noviembre. La tendencia reciente ha sido a la baja, ya que las autoridades de todo el país han reducido los requisitos para la realización de pruebas.

Varios proyectos multimillonarios para construir laboratorios de análisis en todo el país, desde la provincia de Shandong en el este hasta la de Sichuan en el suroeste, se han desechado al haber reducido China la necesidad de realizar pruebas, informó el medio de noticias The Paper, respaldado por el gobierno de Shanghái.

MAL PREPARADO

En los últimos comunicados no se ha hecho mención alguna a la política china de «cero contagios», lo que hace sospechar que el término está quedando obsoleto a medida que el Gobierno avanza gradualmente hacia un estado de convivencia con el coronavirus.

Los altos responsables también han suavizado su tono sobre los peligros que plantea el virus y el jueves la Comisión Nacional de Salud cambió el nombre oficial chino del virus desde «neumonía por nuevo coronavirus» a simplemente «nuevo coronavirus» en sus últimas directrices publicadas en su sitio web.

Sin embargo, mientras se adoptaban los nuevos controles más relajados, algunas ciudades instaron a los residentes a permanecer vigilantes.

«El público en general debe mantener una buena conciencia de la protección personal y ser el primer responsable de su propia salud», dijo Zhengzhou, la ciudad central que alberga la fábrica de iPhone más grande del mundo, en un mensaje a los residentes.

En él se instaba a los residentes a llevar mascarillas, mantener el distanciamiento físico, buscar atención médica en caso de fiebre y otros síntomas del COVID-19 y, especialmente a los ancianos, vacunarse.

Algunos analistas y expertos médicos afirman que China no está preparada para un gran aumento de las infecciones, en parte debido a las bajas tasas de vacunación entre las personas mayores y vulnerables y a la fragilidad de su sistema sanitario.

«Es posible que China tenga que pagar por su dilación a la hora de adoptar un enfoque de ‘vivir con el COVID'», afirmaron los analistas de Nomura en una nota el jueves.

Las tasas de infección en China se sitúan en torno al 0,13%, «lejos del nivel necesario para la inmunidad de grupo», según Nomura.

Feng Zijian, antiguo responsable del Centro de Control de Enfermedades de China, dijo al China Youth Daily que hasta el 60% de la población china podría infectarse en la primera oleada a gran escala antes de estabilizarse.

«En última instancia, entre el 80% y el 90% de la población estará infectada», afirmó.

La cifra actual de 5.235 muertes relacionadas con el COVID-19 en China es una pequeña fracción de su población de 1.400 millones de habitantes y extremadamente baja en comparación con el resto del mundo. Algunos expertos han advertido de que la cifra podría superar el millón y medio si la salida es demasiado precipitada.

Pero, a pesar de los peligros, muchos aceptan que la vida debe continuar.

«Es imposible acabar con este virus por completo, quizá sólo haya que vivir con él y esperar que evolucione a gripe», dijo Yan, un desempleado de 22 años residente en Pekín, que dijo esperar que una mayor apertura de la economía china le ayude a encontrar trabajo.

(Información de Bernard Orr, Ella Cao, Ryan Woo, la redacción de Pekín y Brenda Goh en Shanghái; escrito por John Geddie; editado en español por Benjamín Mejías Valencia)

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