Mbappé se raja por Whatsapp
Florentino Pérez barruntaba desde hace días que el fichaje de Mbappé venía de nalgas. El presidente del Real Madrid confirmó sus sospechas al recibir, al poco de aterrizar en Belgrado para asistir a la final de la Copa de Europa de baloncesto, un mensaje de Whatsapp del jugador en el que, muy educada y cariñosamente, eso sí, le informaba de su decisión de renovar con el PSG. El futbolista había cedido a las presiones políticas de París y a la oferta económica de Doha, que triplica lo ofrecido por el Madrid.
La noticia cayó como una bomba en el club, puesto que el propio director general, José Ángel Sánchez, había obtenido de la madre del jugador, Faiza Lamari, y de la abogada de la familia, Delphine Verheyden, el compromiso de que Mbappé iba a jugar en el nuevo Bernabéu a partir de la próxima temporada. La incredulidad era el sentimiento más extendido en Valdebebas, y el propio presidente, aún escamado, confió hasta el último segundo en que el crack iba a cumplir su palabra.
Pero la fe duró poco. Exactamente hasta que el presidente leyó el contenido del whatsapp en francés, un idioma que maneja Florentino, cuyo contenido Josep Pedrerol descubrió en su programa, ‘El Chiringuito’: «Señor Florentino: Le comunico que he decidido quedarme en el PSG. Quiero agradecerle la oportunidad que me ha dado de jugar en el Real Madrid, el club del que he sido fan desde pequeño. Espero que sea comprensivo con mi decisión. Le deseo mucha suerte en la final de la Copa de Europa».
Mbappé se ratificó por enésima vez en su deseo de jugar en el Real Madrid después de que su equipo cayera eliminado en la Champions tras la remontada blanca en el Bernabéu. Nada llevaba a pensar entonces que el asunto iba a dar un giro radical. Pero empezaron a suceder cosas que no estaban en el guión. Lo primero una visita inesperada, sin previo aviso, de Mbappé a Madrid sin ningún tipo de disimulo, dejándose ver en algunos de los locales de moda de la capital acompañado de Hakimi y Sergio Ramos. No era lo hablado con el jugador, al que se le había reclamado perfil bajo al menos hasta después de la final del día 28. Después de esa visita llegaron las declaraciones de Mbappé en la fiesta del fútbol francés poniéndole fecha a su decisión para antes de ese día crítico, el de la final de la Copa de Europa entre el Madrid y el Liverpool. Ahí ya se encendieron todas las alarmas. Y lo que siguió fue a peor.
Nasser Al-Khelaïfi, indisimuladamente, comenzó a deslizar por los foros empresariales madrileños que la renovación de Mbappé estaba cerrada. El aviso le llegó a Florentino, quien comprobó que las presiones políticas y la tentación del dinero habían comenzado a hacer mella en Mbappé, que transigió con tener una enésima reunión con Al-Khelaïfi quien, autorizado por el emir, le lanzó una oferta irrechazable: trescientos millones de prima de fichaje y noventa más limpios de polvo y paja por cada una de las tres temporadas de su nuevo contrato. Mbappé metió esos números, los mezcló con las presiones de Macron y Sarkozy y se rajó. Su madre, Faiza Lamari, que dijo que las dos ofertas eran casi idénticas trató así de proteger a su hijo de la traición. Pero no es cierto: la oferta del PSG triplicaba a la del Madrid y su hijo había cedido al poder de París y al oro de Doha. Sucumbió al refrán: entre el poder y el dinero, lo segundo es lo primero.
A partir de aquí, el Madrid hace borrón y cuenta nueva. La renuncia de Mbappé le deja en mala posición porque había estructurado su proyecto deportivo en torno al crack francés. Con Haaland fichado por el City y Lewandowski en negociaciones con el Barça no se ve llegar por el horizonte ningún otro jugador capaz de resolver el problema. Pero tampoco hay prisa. La prioridad del Real Madrid sigue siendo la misma que era antes del whatsapp de Mbappé: la final de la Copa del Europa del próximo sábado. A partir de ese día la maquinaría blanca se pondrá de nuevo en marcha. Florentino Pérez se ha llevado una de las grandes decepciones de la temporada, pero a lo largo de sus 20 años de presidente las alegrías han sido más y mejores. Y aún espera llevarse algo de París: la decimocuarta Copa de Europa.