Un éxito del ‘Team Mugu’ en ‘conexión’ con Rafa Nadal

Garbiñe Muguruza apareció como un rayo en 2015, con 21 años, para plantarse en la final de Wimbledon ante Serena Williams y anunciar que era un sol naciente para el tenis… Tras subir a lo más alto de la montaña rusa con sus triunfos en Roland Garros 2016 y Wimbledon 2017, descendió al piso con dos temporadas malas. La vagoneta subía y bajaba sin rumbo mientras su talento se perdía. Hasta que en 2020 se puso en manos de Conchita Martínez, que en dos temporadas ha conseguido configurar un equipo a su alrededor con el que ha encontrado de nuevo estabilidad y se ha proclamado campeona de las WTA Finals. «Se lo dedico a ellos, que han estado en las buenas y en las malas. ¡Mira que sufrimos al principio del torneo!», agradeció la campeona con el trofeo entre las manos. 

«Tenemos ganas de hacer algo grande», anunciaba la extenista a principios de año en una entrevista con AS. Campeona de Wimbledon 1994, sabe escuchar. «Necesitaba otro tipo de trabajo, más tranquilo. Ahora lo lidero más que antes porque tengo visión y experiencia, y sé gestionar las cosas. Como Conchita fue jugadora, hay veces que no tenemos que hablar, vale con un gesto o una mirada», dice de ella una Garbiñe mucho más zen a sus 28 años.

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Muguruza, en su entrenamiento con la Guardia Civil.
@garbimuguruza (DIARIO AS)

Su núcleo fuerte, además de Conchita, también habla español, lo que ha apuntalado el buen ‘feeling’ en el grupo. Son los argentinos Adriana Forti y Santiago de Martino. Ella trabajó antes con Anabel Medina o Vivi Ruano como fisioterapeuta. Él, para el equipo de Davis de Ecuador como preparador físico. Martino arrancó hace dos años con Conchita. «Ha aportado entrenamientos muy diferentes, con mucho dinamismo en pista y mejora en los movimientos laterales en una jugadora grande (1,82)», cuentan en su entorno. Son las personas que han ocupado estos días el box de la caraqueña, además de Cecilia Casla, su jefa de prensa y representante en España (a nivel internacional pertenece a IMG), y el ‘chico’ de la tenista, Arthur Borges.

A ese engranaje se sumó un psicólogo hace año y medio para trabajar con una mente que se nublaba más de lo conveniente. Y una nutricionista, Gemma Bes, que colabora con Rafa Nadal en su academia de Manacor. «Se cuida bastante más, aunque no sea una obsesión», dicen de los hábitos alimenticios de Muguruza, que sólo se prohibe «los refrescos y las comidas rápidas» y, fuera de competición, no se priva. Le gusta comer.

Muguruza, que a finales de 2019 subió los casi 6.000 metros del Kilimanjaro («quería salir de mi zona de confort», contó), pasó en noviembre del 2020, justo antes de ponerse a las órdenes de Conchita, unos días con los grupos de operaciones especiales de la Guardia Civil (buceo en cuevas, defensa personal, rápel desde una aeronave…). Emociones fuertes que le sirvieron para afrontar el año de su recuperación. «Pasarlo mal aumenta mi capacidad de sufrimiento», lo justificó entonces. En las WTA Finals dio muestras de ello.

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