Ya recorrió más de 8100 kilómetros a caballo en un año y está cerca de llegar a Buenos Aires

El agrónomo Marcos Villamil lleva casi 14 meses recorriendo el país a caballo

Gza. Marcos Villamil

Ya se cumplió más un año que el ingeniero agrónomo Marcos Villamil recorre el país a caballo. Fueron más de 14 meses y, en estos tramos, costeando la ruta 14, siente que el final está cerca. Hoy viernes cruzará el puente Zárate Brazo Largo para ir cerrando el círculo del viaje. De allí partirá a Fátima, en Pilar, para luego hacer su entrada a la ciudad de Buenos Aires el domingo 7 de noviembre, escoltado de la Policía Federal hasta el predio de la Sociedad Rural Argentina (SRA), en Palermo.

Silbando bajo, el 7 septiembre de 2020 emprendió el viaje rumbo al sur. Su punto de partida fue “El Centinela”, el campo familiar ubicado en el partido bonaerense de General Alvear.

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Su pasión por los caballos fue de siempre. Ya a los 18 años había incursionado en la doma racional, la llamada doma india. A los 20, cuando a un tío suyo le regalaron un caballo en San Antonio de Areco, a más de 300 kilómetros de General Alvear, él mismo se ofreció “llevarlo andando como tropero” porque el costo del flete era alto. Esa Semana Santa, y a pesar de que todos pensaban que no lo haría y de las muchas dificultades que tuvo en el viaje, logró su cometido.

Con sus tres caballos, Villamil lleva recorridos más de 8100 kilómetrosCon sus tres caballos, Villamil lleva recorridos más de 8100 kilómetros

Gza. Marcos Villam

Con sus tres caballos, Villamil lleva recorridos más de 8100 kilómetros (Gza. Marcos Villam/)

Ahí nació su sueño de recorrer el país a caballo. Sin embargo, su proyecto debía madurar unos años más para hacerse realidad. “A los 24 años, ya recibido, me fui a trabajar a Catriló, en la Pampa. Luego volví a Buenos Aires a trabajar en un banco y, cuando me propusieron un ascenso, entendí que si lo aceptaba ya no podría llevar a cabo a mi viaje que se venía postergando”, cuenta a LA NACION.

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Con 27 años, sintió la importancia de esa decisión. “Era un punto de inflexión que me decía hasta donde estaba dispuesto a cumplir ese sueño o que solamente quede en eso: en un sueño”, describe.

En febrero de 2020 renunció a su puesto y comenzó los preparativos. Pero ahora era la pandemia la que le frenaba su viaje. Igualmente decidió instalarse en el campo con su abuela, su prima y su tío para proyectar las posibles rutas.

Los fines de semana organizaba con amigos y familiares cabalgatas de cientos de kilómetros para ir tomando coraje y entrenamiento. Asimismo comenzó a preparar a sus tres caballos mestizos que lo acompañarían: Mora, Tordo y Wayra.

Echados descansando, sus tres caballos que lo acompañaban: Mora, Tordo y WayraEchados descansando, sus tres caballos que lo acompañaban: Mora, Tordo y Wayra

Gza. Marcos Villamil

Echados descansando, sus tres caballos que lo acompañaban: Mora, Tordo y Wayra (Gza. Marcos Villamil/)

A poco de comenzar la odisea, les comunicó de su decisión a su socio de Jornaderosagro, una red social que busca vincular estudiantes de carreras afines al sector y jóvenes profesionales con empresas y productores agropecuarios.

Su objetivo era muy claro: conocer tierra adentro el país y a su gente. “Era un viaje de estaciones: llegar en el verano al sur y en el invierno al norte, primero bajando hacía el sur hasta llegar a Ushuaia y desde allí llevar los caballos en flete hasta General Pico, en La Pampa, para emprender la subida hacia el noroeste”, relata.

Recorrió Buenos Aires, La Pampa, luego Río Negro, para seguir por Neuquén, Chubut, Santa Cruz y llegar por fin el 25 de marzo a Usuhaia, en Tierra del Fuego. Los primeros días fueron duros, donde la soledad, el silencio en la noche y sus tres caballos eran su única compañía. Rutas eternas, caminos rurales desolados eran el paisaje diario de Villamil.

Sin embargo, de tanto en vez, caía en lugares donde la compañía de la gente “se apreciaba por demás”: la Navidad en el paraje Apeleg, en Chubut, con un puestero y su mujer que lo invitaron a pasar con ellos y un pedazo de cordero a la parrilla en Año Nuevo, solo con sus tres caballos en un puesto olvidado en la cordillera.

“Mentalmente las primeras semanas fueron las más difíciles porque venía de un mundo social y de buenas a primeras me encontré solo. Luego me fui cruzando con gente en el camino que me abrieron sus puertas y brindado un lugar en sus casas”, describe.

Salió el 7 de septiembre de 2020 y llegará a la ciudad de Buenos Aires el 7 de noviembre próximo, escoltado por la Policía Federal hasta el predio de la Sociedad Rural en PalermoSalió el 7 de septiembre de 2020 y llegará a la ciudad de Buenos Aires el 7 de noviembre próximo, escoltado por la Policía Federal hasta el predio de la Sociedad Rural en Palermo

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Salió el 7 de septiembre de 2020 y llegará a la ciudad de Buenos Aires el 7 de noviembre próximo, escoltado por la Policía Federal hasta el predio de la Sociedad Rural en Palermo (Gza. Marcos Villamil/)

También hubo otros momentos muy complicados. “Un viento feroz en Santa Cruz, yendo del valle del Tucu Tucu hacia el lago San Martín. Cabalgué contra un barranco, hasta que pude parar en medio de la montaña de más de 500 metros para armar la carpa. Nevaba fuerte y una de las yeguas se estresó, por lo que até el cabestro a mi pierna para que no dispare, en medio del temporal”, detalla.

El 10 abril, desde La Pampa, emprendió camino al norte hacia la Quiaca pasando por Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero,Tucumán, Salta y finalmente Jujuy. Con un frío tremendo, llegó el 17 de julio a la Quiaca. Luego sería el turno de la Mesopotamia. Fueron más de 8100 kilómetros, donde su guía de ruta eran los distintos pobladores que iba conociendo.

En el trayecto, los tres caballos van alternando los deberes, entre ser montado, carguero o ir en modo descansoEn el trayecto, los tres caballos van alternando los deberes, entre ser montado, carguero o ir en modo descanso

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En el trayecto, los tres caballos van alternando los deberes, entre ser montado, carguero o ir en modo descanso (Gza. Marcos Villamil/)

“Cuando llegué a la Quiaca hacía un frío descomunal, de -12 grados. Tenía entumecidos los pies y cuando bajé para hacer caminar a los caballos, mi yegua Mora tenía un hielo pegado en la nariz. En Tres Pozos, en el Impenetrable, un pueblo de gente originaria y criollos, no podían creer que pasé por ahí. ‘Nadie viene a Tres Pozos’, me dijo Alexis, un poblador, con mucha emoción”, relata.

Para Villamil, estos más de 400 días que lleva viajando será un aprendizaje inconmensurable. “Soy consciente que estoy cumpliendo el sueño de mi vida. Nos pasamos la vida teniendo objetivos y nos perdemos en eso, pensando en lo que va a venir, sin poder disfrutar de lo que estamos haciendo en el momento”, concluye.

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