Mbappé es la revolución

Con una pegada única en Europa y dos jugadores muy por encima de la media, Benzema y Mbappé, la Francia de Deschamps, la que desespera y enamora por igual, le dio la vuelta a la semifinal ante Bélgica y se citó con España para una final de la Nations League que se antoja preciosa, se mire por donde se mire. Fue una revolución francesa en toda regla la que se vivió en Turín, un partido de época lleno de manotazos por parte de los dos equipos que las defensas fueron incapaces de contener.

En la línea de las emociones de la última Eurocopa, Francia remontó un duelo que llegó a tener perdido y Bélgica dejó escapar uno que palpó con su mano. Tan grande es el fútbol que lo que vale como discurso para una parte es lo contrario para la segunda. Eso ocurrió con la selección gala, un equipo de dos caras que lo mismo titubea que avasalla.

Lo que es un hecho es que sin Kanté esta Francia tiene otro diseño. Esos jugadores que lo mismo te siegan el jardín que te limpian la piscina son los que se echan en falta cuando no están. Deschamps, que era de esos, como Kanté, por cierto, se traicionó a sí mismo al sustituir al mediocentro del Chelsea con Rabiot y Pogba. Los centrocampistas que prefieren un pincel a un casco no valen para sujetar equipos, mucho menos esta Francia que mira más hacia atrás que hacia adelante.

Alguien se molestó porque los franceses ganaran el Mundial jugando mal y, sinceramente, no hay forma más eficaz de ganar los torneos que así. En cuanto Deschamps tocó piezas, movió jugadores y ablandó el centro del campo, Francia pasó a ser en los últimos tiempos un equipo accesible. Lo que le da la diferencia, y en eso es inigualable, es en su tridente Benzema, Mbappé y Griezmann.

De Bruyne fue quien tensó la soga al cuello francés casi en el primer lance del choque, aunque se encontró con un Lloris fantástico. En el pulso por flotar y no hundirse, las únicas alarmas belgas saltaron cuando Mbappé aceleró un par de jugadas. Va a cámara rápida Kylian si arranca la moto, imparable para los contrarios y hasta para sus propios impulsos.

Según creció el partido se vio que Bélgica podía aprovecharlo. El boquete en mediocampo se agrandó. Pogba y Rabiot no robaban y de repente empezaron a revolotear Hazard y De Bruyne para generar superioridades por dentro. Las flores surgieron al borde del área francesa. Lukaku vio socios por todos lados y el dominio se acrecentó.

Sin Kanté, Francia se fio de un plan para el que además de cerebros hacen falta pulmones. Y esta vez no los había. Las ayudas fueron llegando cada vez más tarde y Carrasco se topó con Pavard dentro del área en posición de uno contra uno. Su recorte y posterior disparo sorprendió a Lloris, vulnerable esta vez.

A Francia le dio vueltas la cabeza, incapaz de responder a su naturaleza como equipo. El golpe anímico se endureció con el gol de Lukaku. El delantero belga bailó con Lucas sin tocar la pelota y apabulló con un disparo con la diestra que también pilló desprevenido a Lloris. A ese talento de la naturaleza que devora espacios por potencia se le han ido añadiendo registros que le convierten indiscutiblemente en uno de los mejores delanteros del mundo.

Pero tiene estas cosas Francia de estudiante perezoso, de dejarlo todo hasta el final porque sabe que es capaz de sacarlo adelante. Si no, no se explica la metamorfosis que sufrió en el segundo tiempo. Con los mismos jugadores, el mismo esquema y los mismos defectos, fue empujando a Bélgica hacia su área y empezó la tormenta.

Mbappé se activó de manera más continua, y por fin surgió la figura de un Benzema colosal. De repente los belgas se vieron achicando agua cada vez más cerca de Courtois. No gestionaron tampoco bien el cambio de guión. Las pérdidas de Witsel y Tielemans fueron una condena. La presión alta de Francia hizo estragos. En una caracoleo de Mbappé la pelota le llegó a Mabppé, que marcó entre un bosque de piernas a la mediavuelta y lo celebró como quien llama a la revolución.

Poco después, Tielemans, desbordado, cometió otro error en la salida y en su intentó por enmendarlo pisó a Griezmann. El árbitro no lo vio, pero sí el VAR. Mbappé, eufórico, marcó por la escuadra para poner fin a su racha negativa con Francia.

El partido era otro. La ola buena pertenecía a los franceses, galopantes al viento con Mbappé y Benzema soberbios. Roberto Martínez frenó la sangría retirando a Tielemans y retrasando a De Bruyne. El que se fue tocado, cómo no, fue Hazard. Eran momentos propios de Eurocopa, de no hacerse daño y dar por buena la prórroga.

La ruleta rusa convirtió el final en un carrusel de disparos al aire. Lukaku marcó lo que parecía la sentencia, pero el VAR lo anuló por posición adelantada. Una nueva vida se le presentó a Francia, indestructible. Pogba lanzó al larguero una falta en un desenlace de película completamente imprevisible. Como lo fue también el gol de Theo Hernández en el descuento, en plena locura y con Bélgica sobre la lona.

El lateral que no contaba con la confianza de Deschamps hasta esta convocatoria se encontró con un balón en su zona ideal, y su disparó cruzado culminó la revolución francesa y la debacle belga. España ya tiene rival. La Francia imperfecta de Deschamps, la de Mbappé, Benzema y un gran puñado de buenos futbolistas. La Marsellesa sonará en San Siro ante la Roja. El partido soñado. La final de las finales. La rivalidad entre vecinos más grande de Europa.

Cambios

Vanaken (69′, Tielemans), Trossard (73′, Hazard), Aurelien Tchouameni (74′, Rabiot), Dubois (91′, Benjamin Pavard), Batshuayi (91′, Castagne), Veretout (96′, Benzema)

Goles

1-0, 36′: Carrasco, 2-0, 39′: Lukaku, 2-1, 61′: Benzema, 2-2, 68′: Kylian Mbappe, 2-3, 89′: Theo Hernández

Tarjetas

Vertonghen (66′,Amarilla

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