Angela Merkel empieza a despedirse: seis datos poco conocidos sobre la canciller alemana
“Líder del mundo libre”, “mujer más poderosa del mundo”, la “reina de Europa”, y domadora de “grandes crisis”. La canciller alemana, Angela Merkel, deja un legado difícil de superar tras 16 años ininterrumpidos de mandato en uno de los países más importantes de Europa. Los alemanes irán a las urnas este domingo para decidir quién será el sucesor de la mandataria, una jornada electoral histórica que marcarán el fin de la era Merkel, definida por su propia impronta de liderazgo -tan característica que derivó en términos como “merkiavelismo” y “merkelizar”- que le aseguró una popularidad estable en la comunidad internacional y, en especial, en la Unión Europea (UE).
En el cargo desde 2005, Merkel marcó el curso de su país. Fue la primera mujer en asumir el poder en Alemania y la primera persona nacida en el Este del país en lograr llegar a la Cancillería desde la reunificación. Solo detrás de la exministra británica Margaret Thatcher, Merkel fue la segunda mujer en la presidencia del Consejo Europeo y en presidir el G-8 (ahora G-7 tras expulsión de Rusia en 2014).
Esos son probablemente algunos de los aspectos más conocidos en la herencia de la mandataria, pero hay curiosidades y datos menos difundidos.
El apellido
Si bien la canciller alemana, de 67 años, es conocida desde que asumió en el poder con el nombre de Angela Merkel, lo cierto es que se llama Angela Dorothea Kasner. Su apellido es el de su primer marido, Ulrich Merkel, un reconocido físico -vocación que comparte con su exmujer, que se licenció en Física en la Universidad de Leipzig- con quien se casó a los 23 años.
Su historia de amor culminó en un divorcio apenas cinco años después de casarse, en 1977. Angela admitió tiempo después que contrajo matrimonio “porque todo el mundo se casaba” en aquel entonces.
En Alemania, las mujeres adoptan el apellido de su marido. Merkel lo conservó tras firmas los papeles de su separación porque entonces ya se había ganado reconocimiento bajo ese nombre. Por eso decidió mantenerlo inclusive luego de volver a casarse, en 1998, con Joachim Sauer, su tutor durante el doctorado que realizó en Química Cuántica. Su apellido significa “enojado” o “amargado” en alemán, otra de las razones por las cuales la funcionaria alemana optó por apellidarse Merkel.
Su relación con Sauer se mantuvo durante todo su mandato en las sombras, lejos del ojo público. No por nada a él lo llaman “el fantasma de la ópera”, apodo que le puso la prensa alemana por verlo en público en escasas ocasiones, como en especiales eventos de música, afinidad que comparte con su mujer por su fanatismo por Richard Wagner.
Espía
Merkel se caracteriza por ser una persona reservada. En casi dos décadas de gobierno dio muy poca información sobre su vida privada. Pero en una oportunidad profundizó en una entrevista en la televisión alemana sobre su juventud en la entonces comunista Alemania Oriental. Fue allí donde dio a conocer que a fines de la década de 1970 fue reclutada por la policía secreta de la Stasi.
Entonces era miembro de la Juventud Alemana Libre, el grupo juvenil socialista de la República Democrática Alemana, agrupación a la que se unían la mayoría de los jóvenes de forma natural, según confesó. Ya licenciada en física, Merkel se presentó a una entrevista de trabajo para un puesto en la Universidad de Ilmenau.
Los efectivos del servicio secreto la tomaron por sorpresa, ya que la estaban esperando en el lugar y la condujeron a una habitación para hacerle la propuesta. “Rápidamente dije que no era para mí porque no podía mantener la boca cerrada”, recordó en la entrevista. Su respuesta fue lo suficientemente convincente y la Stasi no volvió a contactarla, aunque tampoco logró conseguir el puesto que anhelaba.
¿Dónde estaba cuando cayó el Muro de Berlín?
Durante su juventud consideró muchas veces huir a la Alemania Occidental. De hecho, intentó hacerlo en 1986 en una visita a una familiar que vivía en Hamburgo. Pero pesaba más para la joven Merkel dejar atrás a su familia y a sus amigos que escapar del comunismo.
Cruzó finalmente en 1989, después de la caída del Muro de Berlín. Lo curioso es que en ese día histórico del siglo XX, cuando una oleada de alemanes del lado oriental atravesaron con euforia el emblemático ícono de la Guerra Fría, Merkel no estaba en el lugar; en cambio, se encontraba disfrutando de un día de spa con una amiga.
“El ambiente había sido tenso durante días, pensé que iba a pasar algo y había escuchado el anuncio en la televisión de que se abrirían las fronteras”, rememoró la canciller en una conversación con el diario The Guardian años atrás. “Pero era jueves, y el jueves era mi día de sauna, así que ahí es donde fui, en el mismo rascacielos comunista al que siempre íbamos”.
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Después del momento relajante, Merkel y su amiga tampoco se unieron a la exaltación del resto de los jóvenes, sino que fueron a tomar una cerveza antes de finalmente sumarse a la muchedumbre.
“Pensé que si la pared se había abierto, difícilmente se volvería a cerrar, así que decidí esperar”, aseveró. El tiempo le dio la razón.
Fan del fútbol
“Esperemos llegar los dos a la final del Mundial de Rusia y que esta vez gane la Argentina”, dijo el entonces presidente argentino Mauricio Macri entre risas cuando recibió a la líder alemana en la Casa Rosada tras la final del Mundial de Brasil 2014, en la que Alemania le ganó 1-0 a la selección albiceleste.
“Hasta ahí estaba de acuerdo, pero en eso no”, respondió con humor la canciller.
Merkel no oculta su fanatismo por el fútbol. Se la ha fotografiado celebrando goles en diversos partidos, en especial del Borussia Dortmund, uno de los equipos más populares de Alemania y de Europa, del cual es hincha.
Es una fiel seguidora de su equipo y en una época los fanáticos creían que era un amuleto. Jürgen Klopp, que fue entrenador del equipo y actualmente es el DT del Liverpool, dijo al respecto: “Sería estupendo que viniese siempre”.
Miedo a los perros
Merkel le teme a los perros supuestamente desde 1995, cuando fue atacada por uno. No obstante, logró superar ese miedo a la perfección en 2007 cuando conoció a Connie Paulgrave, más conocida como Konni, la labradora del presidente ruso, Vladimir Putin.
La mascota del líder ruso, que falleció en febrero de 2014, fue un símbolo de las reuniones diplomáticas entre el presidente ruso y los líderes mundiales. El encuentro con Merkel en la residencia de verano de Putin en Sochi no fue la excepción y quedó como una icónica anécdota entre ambos.
“El perro no te molesta, ¿verdad?”, consultó el mandatario a su homóloga alemana. “Es una perra amigable y estoy seguro de que se portará bien”.
A lo que Merkel respondió con ironía: “No, después de todo, no se come a los periodistas”.
En 2016, tras años de especulaciones que giraban en torno a estrategia perversa del ruso por intimidar a Merkel, Putin aseguró que “no sabía” sobre su fobia y negó que se haya tratado de un “juego de poder”, según The Telegraph.
El rombo
Junta los pulgares, une las yemas del resto de los dedos, y se lleva ambas manos juntas frente al estómago. El “rombo” de Merkel, un gesto particular que realiza en el momento de hablar y estar frente al público, adquirió reconocimiento a nivel internacional y es tan popular como ella misma.
El “tejado”, como también suelen llamarlo, surgió a principios de los 2000, cuando presidía la Unión Demócrata Cristiana (CDU) y Merkel “no sabía dónde poner las manos”, explicó años después a la fotógrafa Claudia Kempf.
“Siempre estuvo la duda de saber dónde poner los brazos, así me vino la idea”, dijo la líder pocos meses antes de las elecciones legislativas de 2013. El “rombo” demuestra “quizás un cierto amor por la simetría”, aseguró, que coincide con su pragmatismo y templanza en su estilo de gobernar.