Cantet plasma la esquizofrenia de las redes sociales en «Arthur Rambo»

San Sebastián, 19 sep (EFE).- El cineasta francés Laurent Cantet ha agitado hoy el debate de las redes sociales en San Sebastián con «Arthur Rambo», un filme en el que un joven escritor de origen argelino pasa de la gloria al ostracismo en 48 horas a causa de unos tuits racistas y homófobos publicados tiempo atrás bajo seudónimo.

El guion, con estructura de drama judicial, se basa en una polémica que estalló en Francia en 2017, cuando salieron a la luz unos tuits antiguos del escritor y columnista Mehdi Meklat arremetiendo contra negros, judíos, mujeres y homosexuales y firmados con el alias Marcelin Deschamps.

Meklat argumentó que se trataba de un personaje ficticio creado con el fin de experimentar sobre los límites de la provocación y el exceso, al igual que hace en el filme Karim D., alias Artur Rambo, un escritor procedente de la periferia parisina y aupado de la noche a la mañana como el nuevo mesías a raíz de la publicación de su primera novela.

«Las redes pueden hacer famoso a alguien o destruirle con la misma rapidez», ha dicho a Efe Cantet, «me da la impresión de que miramos esto con diversión pero no le prestamos la atención necesaria y es algo que a escala individual está modificando enormemente nuestras vidas y a la vez tiene enormes repercusiones políticas».

«Cuando escribes un tuit -prosigue- potencialmente el mundo entero puede recibirlo, el problema es que para ello es preciso ser famoso y para ser famoso hay que ser o muy divertido o muy chocante, y de este modo toda la complejidad del discurso desaparece porque hay que ser impactante».

La película arranca con Karim en un plató de televisión a punto de dar una entrevista, le llueven los halagos y la editorial prepara un lanzamiento a gran escala de su libro, en el que habla de sus orígenes humildes y de sus padres inmigrantes en Francia.

Cuando se difunden los tuits todo se viene abajo. Karim (Rabah Nait Oufella) trata de explicar que Artur Rambo es un personaje ficticio, un «punk encolerizado», pero sus explicaciones no parecen satisfacer a nadie.

«El personaje es un enigma para el espectador pero también para sí mismo», dice Cantet, «está constantemente tratando de comprender lo que ha hecho y quien es, esa esquizofrenia en la que se encuentra, entre Karim y Arthur, refleja la esquizofrenia social».

Siempre comprometido, el ganador de la Palma de Oro de Cannes con «La clase» (2008) retrata también la brecha social que existe en París entre el mundo literario y artístico y la periferia, una frontera casi imposible de franquear.

«Es cierto que la izquierda burguesa intelectual ama este tipo de personajes que llegan de las afueras y encuentran su lugar en su mundo porque es la prueba de que se puede, que la sociedad puede digerir ese tipo de mutaciones sociales», señala, «pero yo creo que Francia no está preparada para ese multiculturalismo que nos gustaría».

La cinta aporta además su grano de arena al debate sobre los límites del humor y de la libertad de expresión.

«Hay una frase famosa que dice que se puede bromear de todo pero no con todo el mundo y el problema es que en redes sociales se bromea con todo el mundo», dice Cantet, algo de lo que el protagonista no parece ser consciente.

«Yo no creo que Karim sea moralmente inaceptable, pienso que es el juego de las redes sociales el que le hace decir cosas que a él mismo le cuesta justificar, no entiende lo que le pasa, está sobrepasado por la máquina, por el sistema».

Cantet llama a reflexionar sobre «el peso de las palabras», la conciencia de que no se escribe impunemente. «El problema de los jóvenes que se ven atrapados por esos tuits es que creen que esas palabras no tienen peso, debido a la terrible velocidad en las redes, un mensaje llega y es barrido por otro y por el siguiente».

«Se olvidan de que las redes sociales tienen memoria y una memoria de elefante, incluso si borras los mensajes están en algún sitio, alguien puede recuperarlos, retuitearlos y de golpe se ven confrontados con el peso de las palabras».

Magdalena Tsanis

(c) Agencia EFE

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