Las dos caras de Schumacher
«Creo que Schumacher tenía dos caras. Estaba el piloto de carreras, intransigente, rápido, decidido, un corredor serio. Y estaba Michael como persona, un hombre familiar». Ha sido (y sigue siendo) uno de los mayores campeones de la Fórmula 1, pero si por algo le conocen los que compartieron años de competición con Michael es, sin duda, por su carisma como persona y su disciplina como piloto de coches. Así lo define uno de ellos, David Coulthard (expiloto de McLaren entre otros), con quien también compartió momentos agradables y familiares fuera de la pista.
Dos caras. Eso deja ver el documental que ‘Netflix’ ha estrenado en su plataforma este 15 de septiembre. Un repaso por la vida profesional y familiar de Michael Schumacher, en la que no faltan momentos muy duros. Un chico alemán que llegó a la Fórmula 1 casi de sorpresa hasta convertirse en uno de los más grandes de todos los tiempos. Una persona real, reservada, a la que le gustaba correr, pero que quería dejar a un lado esa etiqueta de superestrella. Quería vivir una vida normal y no entendía por qué no podía. Y, a veces, esa situación dejaba ver su lado más amargo. «En ocasiones, ese comportamiento era su manera de expresar su timidez», dice Jean Todt, uno de sus grandes amigos.
«Había momentos en los que estaba solo, nadie se acercaba. Creo que era bastante difícil conocer a Michael. Siempre tenía levantadas las defensas», comenta Mark Webber. «Es muy cauteloso, siempre lo ha sido. Es al principio, cuando conoce a alguien, hasta que decide confiar en ella. Luego se abre completamente», añade Corinna Schumacher, su mujer, clave para el documental de la plataforma.
Complicidad con su equipo
Y es que, toda la presión que ha tenido en su vida, no era fácil de llevar. Conocido es su paso por Ferrari. Trabajó años y años hasta poder proclamarse campeón del mundo con la marca italiana, regalándole un Mundial veinte años después, con un coche nuevo, totalmente diferente de aquel que cogió en 1996. Y el camino no fue de rosas. Lo pasó mal, aunque lo ocultaba frente a las cámaras y se dejó la piel en horas y horas de trabajo. El primero en llegar y el último en irse. Trabajando mano a mano con su equipo que, sin duda, tiene un recuerdo muy positivo de su persona. Porque aquel era el verdadero Michael: una persona tranquila, que se preocupaba por conocer a la gente y que, cuando debía, dejaba atrás la fachada de piloto que sacaba los fines de semana.
«Siempre tenía una sonrisa, un ‘gracias’ o un ‘por favor’’ para todos el momento, incluso en momentos de tensión. Se permitía esa atención al detalle con nosotros. Todos éramos importantes», recuerda uno de sus mecánicos. Y es que es ahí donde Michael marcaba la diferencia. El mínimo detalle de conocer a todos, incluso los de sus familias. Sabía motivarles y hacerles sentir importantes. «Incluso el que hacia la pasta se alegraba de verle. Le daba las gracias y siempre le decía que su pasta era la mejor. Hasta el cocinero era importante para el equipo. Ofrecía una sensación de seguridad», añade su mujer, Corinna. Y, con esos pequeños detalles, su leyenda se hizo más grande.
Su peor cualidad
Pero no todo podían ser buenos momentos. Cuando la competición llegaba y Michael Schumacher salía a pista, su otra cara afloraba. Se transformaba. Y, eso, le costó varias polémicas a lo largo de su vida. Su primer gran encuentro fue con Ayrton Senna, pero luego vinieron más. Cómo olvidar la temporada de 1997, cuando le descalificaron sin puntos tras ganar el subcampeonato, sus roces con Damon Hill (campeón en 1996), con Mika Häkkinen o el propio David Coulthard, con quien casi llega a las manos dentro del box de Mercedes tras un toque bajo la lluvia. De hecho, el equipo tuvo que mantenerlos separados. «Le dije, ‘seguro que tú te has equivocado alguna vez’. Se quedó pensando un rato y dijo: ‘No que yo recuerde'».
Puede que su arrogancia le jugara malas pasadas en su vida profesional, pero no hay duda que le hizo ser el campeón que un día fue. Conocía su limite, no se echaba atrás ante lo peligroso y se puso a otro nivel, lejos del resto de los mortales. «Era un gran profesional, pero tenía corazón. Tenía carisma de un campeón. Ese fue el regalo que nos hizo, fue, sin duda, su contribución a la Fórmula 1. No ha habido ningún piloto como Michael», admite otro campeón como Vettel. Con todo, Michael Schumacher «se convirtió en intocable» y, sobre todo, en una leyenda que será recordada para la eternidad.