Esperanza Aguirre, la expolítica suicida a quien debe temer Pablo Casado
Esperanza Aguirre ha dejado de ‘guardar luto’ y es más peligrosa que nunca para quienes la menospreciaron por el reguero de imputaciones y corruptelas que acabó con buena parte de sus cargos de confianza. La expresidenta de la Comunidad de Madrid se ha hartado de ver cómo su PP no acaba de remontar el vuelo con Pablo Casado al frente y ha decidido tomar partido en la guerra por el liderazgo del partido que va a comenzar a librarse con las elecciones para presidir el PP de Madrid -recuerden que Ayuso ha confirmado que presentará su candidatura mientras que Casado trata de evitar que la madrileña gane poder y apuesta por otro candidato-. Y lo va a apostar todo por Isabel Díaz Ayuso: «Es la gran enemiga de Sánchez y, por tanto, ponerle trabas a Ayuso es ayudar a Sánchez», ha señalado en las últimas horas.
Hasta aquí puede parecer la típica historia de apoyos y alianzas entre las diferentes familias que componen un partido. Pero hay un detalle que debería hacer temblar a Pablo Casado. Que Aguirre ha decidido posicionarse en contra de la dirección del partido cuando aún no ha finiquitado sus cuentas con la Justicia. De hecho, la fase final de la instrucción del ‘caso Púnica’ sobre la financiación irregular del PP de Madrid ya ha descartado la participación de algunos destacados dirigentes del PP, como Cristina Cifuentes. Pero Aguirre sigue figurando en todos los sumarios como parte de la cúspide del entramado que desvió dinero público desde el Gobierno regional de Madrid.
Tan salpicada está en las corruptelas del PP que, para contestarla por sus ataques, el número dos del partido, Teodoro García Egea, ha llegado a señalar que «Lo que destrozó al PP de Madrid fue la corrupción y es algo que nosotros jamás vamos a permitir». Si el PP usa el comodín de la corrupción, lo que implica reconocer y asumir que ha existido, es que tienen prisa por cortar cuanto antes las alas a Aguirre.
Pero si Aguirre, con varias acusaciones delictivas pesando sobre ella -como la evasión de impuestos por el cuadro de Goya que su pareja vendió en 2012 al empresario Juan Miguel Villar Mir por más de cinco millones de euros- ha decidido salir del escondite, es que se siente con fuerzas. O bien porque está muy convencida de que va a salir libre de todos los delitos que se le acusan, o bien porque se ha convertido en una ex política suicida que ya no teme a nada ni a nadie.
Y eso, en alguien que ha controlado durante décadas los entresijos y resortes del partido en Madrid -así como su Gobierno regional-, no es un brindis al sol. Sino un disparo de advertencia a los Casado, Egea y cía. a quienes Aguirre califica de “chiquilicuatres que están intoxicando” desde Génova.
La expresidenta madrileña siempre se ha mostrado más cercana al ala dura del PP que a la moderada. La misma que encumbró a Casado contra Soraya Sáenz de Santamaría y que ahora se siente defraudada por el de Ávila. Hablamos de los Aznar o Álvarez de Toledo, entre otros.
Pero en ningún momento ha barajado abandonar las siglas populares para afiliarse a Vox. Por lo que es de suponer que, al no tener ya nada que perder, está dispuesta a emprender la madre de las batallas contra Casado si éste no rectifica el rumbo y no deja de taponar y lastrar la carrera interna de Isabel Díaz Ayuso.
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