Alberto Fernández se resiste a hacer cambios profundos en el gabinete antes de las elecciones
Alberto Fernández tiene en la cabeza la idea de reconfigurar parte de su gabinete para la segunda mitad de su mandato. Pero no pretende hacer más cambios antes de las elecciones más allá de los obligados, como el de Agustín Rossi (Defensa) y Daniel Arroyo (Desarrollo Social), quienes serán candidatos. A las modificaciones quisiera hacerlas después, guiado por las necesidades de gestión de la pospandemia y no por presiones políticas internas. Así lo percibieron funcionarios y dirigentes que conversaron con él antes del cierre de listas, cuando el kirchnerismo intentó convertir en candidatos a algunos funcionarios.
Fernández, incluso, ya invitó a algún dirigente a sumarse a la alta gestión a partir de diciembre. “Necesita un gabinete más efectivo y menos burocrático. También figuras que le hablen a los sectores medios”, dijo a LA NACION un referente que escuchó al Presidente en las últimas semanas.
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Otro importante funcionario que tiene la confianza del jefe del Estado apuntó: “El gabinete hoy es demasiado amplio. Después de las elecciones habrá que ver cuales son los principales ejes de gestión y construir un equipo compacto en función de eso”. Una de las autocríticas que se escuchan en la Casa Rosada es que Fernández necesita “portavoces más potentes”, que defiendan más y mejor la gestión. Hubo reiterados pedidos a los ministros para que subieran el perfil.
“Él está muy conforme con los resultados en el contexto de pandemia. Después deberá desgranar si hay algunos lugares que no estuvieron a la altura”, consideró un estrecho colaborador presidencial.
Las listas legislativas, sin embargo, ya trajeron cambios de jugadores. Fernández logró amortiguar el costo político, porque pudo resistir la moción de La Cámpora para ubicar en las nóminas a dos hombres de su riñón, el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero y el ministro de Obras Públicas, Gabriel Katopodis.
Aunque no conocía a qué puesto iba cuando firmó su adhesión a la lista legislativa, la salida de Arroyo del Ministerio de Desarrollo Social se venía madurando desde hace tiempo. Fernández ya tenía decidido remplazarlo con Juan Zabaleta (intendente de Hurlingham), si bien aún debía zurcir los últimos acuerdos con La Cámpora y otros sectores interesados en esa caja.
La salida de Rossi de Defensa, en cambio, fue un efecto no deseado por la feroz interna en Santa Fe. Estando en el exterior, Fernández anunció por televisión una nueva “regla ética” que fija que los candidatos no pueden seguir como funcionarios. Y ahora debe buscar nuevo ministro, además de otros cargos. En principio, los nuevos asumirían en un único acto, cuando Fernández culmine su cuarentena, el martes próximo.
Los apuntados
Más allá de estos recambios, Fernández pretende resistir las críticas de la vicepresidenta y del kirchnerismo a parte de su staff, al menos hasta que pasen los comicios. Imbuidos de pragmatismo, los otros grandes accionistas del oficialismo tampoco reclaman un recambio en medio de la campaña. Pero van sembrando el terreno de hostilidades.
Para varios ministros apadrinados por Fernández no es una novedad que Cristina piensa en ellos cuando habla de “funcionarios que no funcionan” o cuando pide que “los que tienen miedo que se busquen otro laburo”. Algunos, tras esos misiles, le preguntaron al Presidente qué hacer. Fernández ratificó su respaldo y les recomendó que no se “enganchen”. No todos pudieron resistir: Marcela Losardo se fue del Ministerio de Justicia asediada por el Instituto Patria y en su lugar recaló un defensor acérrimo de la teoría del “lawfare”.
Hoy, las críticas del kirchnerismo apuntan al equipo económico. Debajo del discurso de la vicepresidenta orientado a fomentar el consumo interno, contener precios y mantener el poder adquisitivo del salario, hay misiles subterráneos dirigidos a Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) y Claudio Moroni (Trabajo). El primero -que escribió un libro antipático para la vicepresidenta- salió del Grupo Callao y el segundo es un viejo amigo del Presidente.
Recientemente, los cortocircuitos se hicieron evidentes con el titular del Palacio de Hacienda, Martín Guzmán, con quien Cristina tiene una relación oscilante. Por ahora, solo hubo un cambio de enfoque: la vicepresidenta le dejó en claro al ministro de Economía que el gasto público estará a disposición de la necesidad política.
“Del equipo económico Alberto tiene buena opinión”, advirtió un hombre del riñón del Presidente.
A estas tensiones se suman los recientes roces políticos con el ministro de Turismo y Deportes, Matías Lammens. El cierre de listas en la Ciudad dejó al funcionario sin colar candidatos, con la lapicera en manos de La Cámpora y el PJ porteño.
Uno de los caciques de la coalición de Gobierno, que cree necesario hacer cambios a futuro, apuntó: “Nunca se cambia un gabinete antes de una elección. Es una locura. Si te va mal te comiste un gabinete en cuatro meses”. Antes de las elecciones generales de noviembre, sin embargo, está el mojón de las PASO. Y nadie se anima a aventurar que coletazos traerá ese recuento de votos preliminar.